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En el mundo de la tecnología, el concepto de Producto Mínimo Viable (MVP, por sus siglas en inglés) se ha vuelto sinónimo de innovación y desarrollo rápido. Sin embargo, lo que muchas de las grandes empresas tecnológicas promocionan como MVP a menudo no cumple con la verdadera esencia del concepto, lo que lleva a la pérdida de recursos, oportunidades desaprovechadas y clientes desilusionados.
En su esencia, un MVP debería ser una versión simplificada de un producto con solo las características suficientes para satisfacer a los primeros adoptantes y recopilar comentarios valiosos para el desarrollo futuro. Se trata de probar suposiciones, validar hipótesis e iterar según los datos de uso del mundo real. Sin embargo, en la prisa por lanzar nuevos productos y capturar cuota de mercado, muchas de las grandes tecnológicas han distorsionado el proceso de MVP, lo que resulta en ofertas abultadas, sobreingenierizadas y, en última instancia, decepcionantes.
Una de las mayores confusiones en torno a los MVP en las grandes tecnológicas es la creencia de que más características equivalen a un mejor producto. Las empresas a menudo sucumben a la tentación de incluir todas las características posibles en su lanzamiento inicial, temiendo que un producto "esquelético" no sea bien recibido por los consumidores. Sin embargo, este enfoque no solo retrasa el tiempo de llegada al mercado, sino que también aumenta la complejidad, el costo y el riesgo.
¿Qué es lo minimo que puedo hacer para probar esta hipótesis?
La respuesta a esta pregunta es su producto mínimo viable, o MVP. En otras palabras, el MVP no es un producto que se lleva al mercado, sino de prototipos de baja fidelidad que permiten probar suposiciones y hacer ajustes.
Además, en lugar de centrarse en validar suposiciones clave y resolver problemas fundamentales de los clientes, muchos MVP de las grandes tecnológicas no son más que prototipos glorificados. Estos llamados MVP a menudo están cargados con campanas y silbatos innecesarios, lo que dificulta distinguir los comentarios valiosos del ruido. Como resultado, las empresas terminan persiguiendo métricas vanidosas y perdiendo de vista sus objetivos originales.
El proceso de MVP debería ser iterativo, con experimentación y aprendizaje continuos impulsando la evolución del producto. Sin embargo, en muchas organizaciones tecnológicas grandes, una vez que se lanza un producto, hay poco espacio para la iteración. El énfasis pasa de aprender a escalar, y cualquier cambio posterior se ve como fracasos en lugar de oportunidades de mejora.
En última instancia, la perversión del concepto de MVP en las grandes tecnológicas refleja una comprensión fundamental incorrecta de los principios del desarrollo lean y un enfoque equivocado en las ganancias a corto plazo sobre la sostenibilidad a largo plazo. Para abrazar verdaderamente el espíritu de los MVP, las empresas deben adoptar un enfoque más disciplinado para el desarrollo de productos, priorizando la simplicidad, la agilidad y la orientación al cliente por encima de todo. Solo entonces podrán esperar ofrecer productos que realmente satisfagan las necesidades de sus usuarios.
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